Si mis dedos acariciaban distraidamente tu costado,
en la calle, por sorpresa,
saltabas hacia atrás sobresaltado.
Te girabas, y al verme,
se suavizaba tu mirada, pasaba el susto.
Te acercabas.
Hoy, acaricio tu cuello, concentrada tu atención en otra cosa,
acercas tu hombro y subes tu mano para atrapar mis dedos,
y giras tu cara para besarlos mientras sonries...
Te acostumbraste a mis caricias
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